lunes, 12 de mayo de 2014

RESUMEN Bonaldi - Debilitamiento del tejido social y muertes violentas de jóvenes

Es importante aclarar primero qué significa muerte violenta para Bonaldi. El se refiere al conjunto de defunciones producidas por causas externas (elementos exteriores), es decir, por accidentes de tránsito, suicidios, homicidios u otros tipos de incidentes con desenlace fatal, provocados por la acción humana (ya sea por la víctima u otra persona involucrada)  pero que, básicamente, nunca debieron ocurrir. Aclara que existen dos factores que vuelven más homogéneos a estos tipos de muertes y que los convierten en diferentes al resto:
  • la forma en que se producen
  • la reacción social que despiertan.
Las muertes violentas se encuentran entre las principales causas de mortalidad juvenil. En el texto, Bonaldi estudia el género masculino, pero insiste en no considerar a los varones como un grupo diferente o separado del resto.
La tasa de muertes violentas de jóvenes varones en la Argentina para 1995 fue de 83 personas por 100.000, cifra muy mayor que la que se presenta en los paises industrializados. Argentina es considerado el país de latinoamérica con más víctimas de suicidios juveniles y accidentes de tránsito.
Afirma que la cuarta parte de las muertes violentas de los varones se produce en accidentes de tránsito, otro cuarto por accidentes (envenenamiento, ahogamiento, caídas, etc), un porcentaje mayor por lesiones accidentales o intencionalmente infligidas (caben suicidios y homicidios encubiertos), el resto corresponde a partes iguales de suicidios y homicidios.
Excepto los homicidios, todos los otros tipos de muertes violentas aumentaron durante los últimos años.
El incremento de este tipo de fenómenos suele estar asociado a problemas más generales que afectan a todo el colectivo social. Durkheim afirmaba que las sociedades de su época sufrían una crisis de integración social y que el brusco aumento de las tasas de suicidio era el reflejo de la pérdida de cohesión. 
El tejido social opera como una doble forma de contención del individuo, por un lado lo alberga y lo hace sentir protegido, y por el otro le pauta sus conductas al impulsarlo a realizar ciertas prácticas y no otras. Es decir, le otorga “sentido” a su vida. Entonces, cuando los lazos sociales se debilitan y el individualismo se vuelve exacerbado, las personas se desinteresan por sus semejantes y las normas pierden su capacidad reguladora de prácticas. 
Bonaldi considera que el deseo de preservar la propia vida y preservar la de los otros es un valor aprendido socialmente y el grado de importancia que alcance dentro de un determinado grupo dependerá de la cohesión social del mismo.
En Argentina, en los años 90, las profundas transformaciones sociales provocaron una ruptura de anteriores identidades colectivas y un aumento de la incertidumbre generados por la pérdida de confianza en los conocimientos. 
La idea de que el individuo pertenece a un colectivo con futuro incierto se halla extendida por toda la sociedad, afecta de manera desigual a distintos sectores. Los jóvenes son los más perjudicados respecto al tema. Esto se debe a la poca capacidad de la sociedad para hacerle sentir a los jóvenes que ellos son partes de un grupo.
Ahora bien, ¿cómo podemos pensar la perdida de cohesión social? Uno de los factores es la profunda desconfianza que provoca la esfera de lo público. Ya que lo público está teñido de una permanente sospecha. Lo cual lleva a dudar de todo aquel que se instituya portavoz del grupo, y a ceder los propios intereses y preferir no participar en actividades colectivas.
Otro factor es la incertidumbre provocada por la desestructuración de las expectativas y las normas que indican cómo comportarse. Los jóvenes de hoy ya no saben claramente qué se espera de ellos y cada vez les resulta más difícil encontrarle sentido a sus prácticas.
Otro factor es que la conducta previa al hecho fatal está relacionada con un gran menosprecio por la vida humana. Así la cantidad de muertes violentas que se producen en una sociedad está directamente asociada con el grado de intensidad con que se protege la vida de las personas. 
De este modo, si postulamos que el respeto por la vida no es algo innato sino que es aprendido socialmente a través de la participación de un grupo y aceptamos que existe en los jóvenes una débil integración social al grupo, podemos suponer que ha disminuido el respeto que los jóvenes tienen por la vida humana. Y así se expresa una mayor exposición a situaciones riesgosas o de peligro reconocido. 


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